Y no fue un 3 de mayo cualquiera...

Escrito el 09/05/2016
Dede Cortés Serón


La primavera parió una primorosa tarde de mayo, que lucía en su plenitud sobre la Plaza Baja. Cohetes al cielo para anunciar que todo estaba dispuesto para regresar a casa. No era un 3 de mayo cualquiera. No. Era imposible que lo fuera. Miradas de complicidad, alegría desbordante, gestos de felicidad que resultaban difíciles de contener. La paz del Señor en nosotros desde que finalizó la Función Religiosa.  El cansancio de tantos preparativos, sometido y doblegado por las ganas infinitas de ser partícipe de la historia. 

Dispuestos para disfrutar de cada instante, fuimos llegando al interior de la Parroquia, para volver a cerciorarnos que el sueño se iba a convertir en realidad, que Madre e Hijo esperaban, cada uno en su trono, una de las noches más reseñables de nuestros cinco siglos de historia. Ahí es nada.

La Puerta del Perdón abierta para dejar escapar al Hijo de Dios, crucificado sí, pero glorioso y triunfante. La vida venció a la muerte un año más y había que celebrarlo con Él. Sonaba la Marcha Real para un sueño real. El regreso había comenzado. En la puerta principal de la Iglesia,  María Santísima de la Soledad. Los que la vimos salir por ella, no sabemos el tiempo que pasará hasta que nuestra Madre vuelva a la Parroquia de nuestro pueblo. Y por si acaso, pusimos todos los sentidos posibles en ese momento mágico. Quizás irrepetible, Ella proveerá.

Previa a su salida, el Delegado Episcopal de Hermandades y Cofradías de la Diócesis de Málaga, D. Antonio Coronado, dirigió una oración a la Virgen junto con los portadores de trono y nuestro Hermano Mayor. Y la bajamos por esas escaleras para posarla como una flor a la diestra de su Hijo, el Señor del Convento. Quedaba en la Plaza Baja, otra estampa inigualable de este Día de la Cruz.

 



Nazarenos y músicos. Portadores y mantillas. Todo estaba dispuesto para la noche del 3 de mayo. Cruz guía, libro de reglas y la nueva bandera franciscana. Orden y elegancia de orígenes ancestrales. Nuestras procesiones ya lucían, cuando teníamos pocos enseres para hacerlo, porque el buen gusto, es algo que va implícito en nuestro verde ADN. Los nazarenos más pequeños, disfrutaban del romero en su camino, sin saber que cuando sean mayores podrán decir.... "Yo acompañé al Señor y a la Virgen aquella noche irrepetible". Los sones de la Banda de Cornetas y Tambores de Jesús Cautivo, abrían el camino musical de regreso. Acompañamiento que disfrutamos desde hace años y que poco a poco, también son parte del patrimonio de nuestro Día de la Cruz. 

Estandartes, bocinas, barras, túnicas de tercipelo verde como la noche que se asomaba al firmamento del cielo alhaurino.... La tarde se rendía y entregaba sus armas. Era inevitable. Así estaba escrito, que Madre e Hijo, debían reinar en la noche del 3 de mayo. 

VeraCruz de Campillos y "Al Señor del Convento", pellizco en el alma del buen gusto. Gracias Campillos, gracias por ese trocito de Día de la Cruz convertido en marcha para nuestro Señor, que también es el vuestro. La Brigada Paracaidista, marcial y elegante como siempre, fieles a su cita con su Cristo. Los cirios, luz en este camino de primavera. Y al final de esa embriagadora estampa con los catorce cirios florales como si fueran las catorce estaciones de nuestra primavera cofrade, el final y el principio de todo; el Santo Lignum Crucis. La reliquia que veneramos desde hace años. Una astilla de la misma Cruz de Cristo. La verdadera Cruz de la Vera+Cruz alhaurina.

 



Suena la campana del trono. La Banda de la Santa Vera-Cruz acompañaría con su música el camino del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz. Es sin lugar a dudas otro de los momentos de la noche. Aquellos que un día lo hicieran como componentes de La Pepa, volvían a regalarle su música tan cerca de Él, porque Él así lo dispuso.

Y con el tiempo volando en las Cuatro Esquinas, llegó la hora. Su hora. Su reencuentro con el pueblo. Otro renacer. El regreso triunfal que se celebra desde que la vida es vida para los hermanos de arriba. Entre pulsos y petaladas caminaba de balcón en balcón, escuchando las plegarias de TODOS. Porque todos vamos en Él, la noche del 3 de mayo.

Los rezos que van en los suspiros por una manda que había que cumplir; una lágrima por el que ya no está; una madre pidiéndole que nunca abandone a su recién nacida; un rezo por un familiar enfermo; una oración para que el milagro de la vida, sea vida en unos meses; "dame salud Señor para verte muchos años más". Es la magia de cada Día de la Cruz, que nos acerca a Él, para que podamos rezarle, como sabiendo que nos está escuchando en ese preciso instante en el que la noche se detiene para hablarle a solas en medio de la multitud. Y majestuoso pero cercano, se lleva nuestras oraciones en los tirabuzones del penúltimo pellizco de la noche, para "despedirlo" con un beso desde cualquier rincón, desde cualquier esquina. 

 



Pero faltaba más por vivir. Su Madre hoy, también viene a lo lejos

Acompañando a María Santísima de la Soledad por la salida extraordinaria con motivo del  75 Aniversario de su bendición, representantes de varias hermandades y cofradías, abrían paso con sus estandartes corporativos. Mantillas blancas de verde esperanza y la señora del Jueves Santo, doblando la esquina de plaza Baja. Lucía su saya y su manto nuevo, radiante. ¡Qué preciosidad! Su valor sentimental es incalculable por el sacrificio y la forma en la que se han conseguido para el patrimonio de la Cofradía. 

Ella, como una penitente más, seguía los pasos de su hijo de regreso al Convento. Acostumbrada a recorrer el camino que la deja cada Jueves Santo sola, a los pies de una cruz vacía, sin vida, hoy seguía al Hijo de Dios de forma gloriosa porque no se puede celebrar de otra manera esta verde resurrección de los hermanos de arriba. A los sones de La Pepa, Ella, la señora del Jueves Santo, fue por una noche, también señora del 3 de mayo.

Calle Piedras y Convento. La vida pasa y todo termina. "En el atrio del Convento, como flor al viento, Cristo nuestro Señor está..." esperando a su Madre, Soledad, tras las últimas petaladas. Y Ella, como queriendo alargar el tiempo, subía la calle portada como nunca para celebrar junto a su Hijo, que Alhaurín volvió a renacer un nuevo Día de la Cruz y por una vez, por un año, Ella, lo vio con sus propios ojos, por eso no fue un 3 de mayo cualquiera.